La inteligencia es una capacidad mental general. Incluye el razonamiento, la planificación, la solución de problemas, el pensamiento abstracto, la comprensión de ideas complejas, la rapidez de aprendizaje y el aprender de la experiencia.
La evaluación del funcionamiento intelectual es esencial para realizar un diagnóstico de retraso mental, dado que virtualmente todas las definiciones de retraso mental hacen referencia a un funcionamiento intelectual significativamente por debajo del promedio como uno de los criterios diagnósticos.
La evaluación del funcionamiento intelectual es una tarea que requiere un entrenamiento profesional especializado. Los datos de la evaluación deben ser aportados por un evaluador con experiencia en personas con retraso mental y capacitado de acuerdo con las normas profesionales y estatales. Así mismo se deben cumplir las orientaciones de los editores para desarrollar una evaluación psicológica válida y completa del funcionamiento intelectual de la persona. En algunos casos, esto puede exigir una evaluación interdisciplinaria. Es importante que los evaluadores se familiaricen con las cinco premisas esenciales en la aplicación de la definición de retraso mental:
§ Las limitaciones en el funcionamiento presente deben considerarse en el contexto de ambientes comunitarios típicos de los iguales en edad y cultura.
§ Una evaluación válida ha de tener en cuenta la diversidad cultural y lingüística, así como las diferencias en comunicación y en aspectos sensoriales, motores y comportamentales.
§ En un individuo las limitaciones a menudo coexisten con las capacidades.
§ Un propósito importante de describir limitaciones es desarrollar un perfil de los apoyos necesarios.
§ Si se ofrecen los apoyos apropiados durante un período prolongado, el funcionamiento vital de la persona con retraso mental generalmente mejorará.
Se deben determinar medidas estandarizadas apropiadas basadas en algunos factores individuales, incluyendo los antecedentes sociales y lingüísticos de la persona. Si es necesario se deben hacer las adaptaciones apropiadas para cualquier limitación motora o sensorial.
Aunque la confianza en una puntuación de CI del funcionamiento general ha sido muy criticada por algunos investigadores continúa siendo la medida de la inteligencia humana que mantiene el mayor apoyo dentro la comunidad científica.
Establecer que el funcionamiento intelectual de una persona está significativamente por debajo de la media satisface el primer requisito para el diagnóstico de retraso mental. El funcionamiento intelectual debe medirse utilizando test psicológicos administrados individualmente y por profesionales entrenados adecuadamente.
Naturaleza de la inteligencia
Inteligencia general “g”
La conceptualización temprana de la inteligencia se centró en un rasgo latente unifactorial.
Spearman (1997) informó que la relación entre diferentes puntuaciones cognitivas puede explicarse por un único factor que llamó inteligencia general o factor “g”.
Thurstone (1938) inicialmente se quejó de que había fracasado un único factor explicando la mayoría de la varianza en los datos de inteligencia que analizó. Sin embargó reconoció que se había equivocado en sus cálculos estadísticos, y cuando corrigió el error admitió que había obtenido un factor “g” general de inteligencia.
Carrol (1993) revisó cientos de estudios de análisis factorial de la inteligencia publicados entre 1920 y 1990. Sus análisis produjeron un modelo jerárquico de tres estratos: obtuvo 60 habilidades específicas limitadas en el primer estrato. Estas habilidades cognitivas limitadas intercorrelacionaban altamente, y en un análisis factorial posterior se agruparon en diez habilidades más amplias que formaron el segundo estrato. Finalmente estas 10 habilidades pueden ser analizadas factorialmente para llegar a un factor “g” único (tercer estrato) de la inteligencia.
Inteligencia como un constructo multidimensional
Algunos autores han discutido la posición unifactorial sobre la inteligencia.
Teorías recientes sobre las inteligencias múltiples han variado en proponer entre dos y ocho factores de inteligencias.
Horn y Cattel (1966) identificaron dos factores principales para explicar las habilidades intelectuales que ellos denominaron inteligencia fluida (“gf”) e inteligencia cristalizada (“gc”). La inteligencia cristalizada se definía como habilidades más globales, tales como información y conocimiento, que se adquieren por la persona por medio de educación y experiencias vitales. La inteligencia fluida era un poder mental innato.
Gardner (1983, 1993) ha propuesto un modelo teórico de inteligencias múltiples, (lingüística, lógico- matemática, espacial, musical, quinestésica-corporal, interpersonal e intrapersonal) cada una de ellas abordando distintas capacidades de solución de problemas y procesamiento de la información con una diferente trayectoria de desarrollo y dependencia del contexto. Posteriormente añadió una octava habilidad, la inteligencia natural, definida como la capacidad para discriminar entre organismos vivos y otros aspectos del ambiente.
La mayor crítica hecha a la teoría de Gardner continúa siendo su carencia de base empírica y de validación psicométrica.
Das y colaboradores (1994) propusieron conceptualizar la inteligencia como un modelo de cuatro factores de procesos cognitivos. Este modelo incluye la planificación, la atención y el procesamiento simultáneo y sucesivo.
Sternberg (1988) propuso un modelo de tres factores de la inteligencia que llamó la teoría triárquica de la inteligencia humana, compuesta por habilidades analíticas, creatividad e inteligencia práctica.
El modelo de inteligencias múltiples de Greenspan ha evolucionado
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